viernes, 8 de septiembre de 2017

Era una clase. Una clase de verdad.

   En esta ocasión, voy a hablar de quien fue el docente más importante de mi carrera como baterista y el único maestro que tuve, Chiche Heger. Y aprovecharé el pequeño homenaje en palabras para explayarme un poco respecto de algo en lo que a menudo pienso, que es el rol del docente, sus responsabilidades y sus implicancias.

    No daré fecha temporal de esta narración, como para que no se evidencie lo viejos que somos. En estos términos se expresaba en broma Chiche bastante a menudo, tejiendo una relación cordial, profesional, afectuosa y con humor a la vez. Hay otros chistes que no corresponde hacer públicos...

   Un domingo a la tarde de lluvia y frio del mes de junio me tomaba a mi en esa incómoda situación sentimental de estar compartiendo un domingo a la tarde de lluvia con una pareja con la que uno no quiere estar más y sobre la que tiene la certeza de que los días están contados. En medio de esa nube gris, daban vueltas en mi cabeza los mismos problemas de siempre: Cómo hacer para mejorar todos esos aspectos en la batería que no mejoraban. Yo era muy disciplinado. Se requería de un motivo de fuerza mayor para hacerme saltear una sesión de práctica. Mis sesiones de practica estaban programadas semanlmente por dias y horarios, con la rigurosidad con la que se podría agendar un partido de futbol cinco con los amigos o un turno con un osteópata de esos carísimos que dan turno con cuatro meses de anticipación, según los intereses y los órdenes de prioridad de cada cual.

   Me sentia creativo. En grabaciones me escuchaba encendido, apasionado por la música y la batería. Sentía que mi formación iba adelante pero que siempre había un par de tornillos para los cuales yo no encontraba herramienta. Las respuestas de los profesores que elegía me parecían insuficientes. Como si partieran de una ausencia real de comprensión de lo que yo estaba planteando. Las respuestas siempre están adentro, pero yo necesitaba alguien que desde afuera me pusiera un espejo.

   Y ese domingo gris googlee a Chiche Heger, por recordar su nombre por recomendación de un gran amigo, a quien tampoco nombraré en este texto para no delatar su edad tampoco, y además porque él está leyendo esto en este momento y sabe que se trata de él. La búsqueda de google arrojó pocos resultados. Chiche era un tipo muy guardado, por fuera de los grandes canales de difusión y figuretismo del momento. Se accedía a él únicamente por recomendación. No había videos, ni chivos, ni autobombos, ni nada de todo eso. Ni mucho menos videos del tipo tocando lo más rápido que podía, todos los días.

   Encontré una entrevista. Chiche arrojaba un decálago de recomendaciones para bateristas. Quedó una sola en mi memoria: "Estudiar toda la técnica posible, para luego, a la hora de tocar, olvidar toda la técnica". Esa frase no hizo un click mágico en mi cabeza, porque la magia no existe, los clicks mágicos tampoco, y los atajos tampoco, pero tuvo un efecto aún mayor que un click mágico: Me dio la pauta de que un tipo que podía pensar así, quizás conceptualmente fuera el indicado.

  Di vueltas un par de semanas más hasta que lo llame por teléfono. Ya desde ahí todo fue muy distinto a lo que había pasado antes. Hablamos media hora en la que el tipo además de contarme cuáles eran sus creencias respecto de la batería y la música, me iba preguntando en qué andaba yo, que estaba queriando estudiar y cuáles eran esos items sin resolver. Leído así, nada extraño en una entrevista previa antes de comenzar un proceso de clases. Lo que era diferente eran las formas, el nivel de implicancia que tenía con lo que escuchaba y desde donde decía lo que decía. La charla fue auspiciosa y comence clases al poco tiempo.

 El comienzo fue áspero. ¿Este tipo crée que me va a tener 20 minutos tocan negras a negra 40? Pués sí. Eso haría. Espejos, había varios. Su nivel de atención a lo que yo hacía y la puntualidad de sus correcciones y sus intervenciones eran de un registro que yo hasta el momento ignoraba.

 Los resultados más visibles tardaron bastante en aparecer. Lo que rápidamente asomó fue que era la opción que yo estaba necesitando: Foco en la realidad y trabajo técnico. Sin pasar hojas de libros por pasarlas. Sin que una clase fuera una demostración de destreza y ego por parte del profesor. Era una clase. Una clase de verdad. Lo único que importaba era que el Full Stroke, o el Moeller, o lo que fuera estuviéramos estudiando, saliera bien, y sonara bien, y entonces grooveara. Yo venía de épocas de mucho palabrerío de escisión. Técnica por un lado, música por el otro. Si querés sonar personal y blah blah blah, no estudies técnica, porque la técnica te condiciona y blah blah blah. Falso. Falso. Falso.

  De repente era clarísimo. La técnica era el motor perfecto para que las ideas pasaran de mi imaginación a la realidad sonora. La brecha de distancia entre el instrumento y quien ejecutaba se acortaba indefectiblemente.

 Un día le pregunté de dónde sacaba su método, si era posible llamarlo así, si acaso había tenido un mentor. Me respondió que lo que él trataba de hacer era tomar lo mejor de cada cual, para armar desde ahí un propio yo.  Por suerte nada fue igual despúes de todo ese proceso de aprendizaje. Ni para mi yo baterista ni para mi yo docente.

  Hoy, 2017, después de algo más de 15 años de haber dado mi primera clase de batería, pienso: Cualquiera pone en un atril un Wilcoxon, Stick Control, Syncopation, Chaffee, Chester, Podemsky, y el que fuera. El asunto es poder trabajar con la persona que está sentada ahí adelante tuyo. Pero poder trabajar de verdad, eh. Con consciencia de todos los parámetros formales, técnicos, con cómo operan y cómo progresan con el paso del tiempo y la práctica, y con todos los parámetros músicales y aquellos personales que hacen directamente a la realidad del alumno como instrumentista.

 Este artículo busca en parte ser un agradecimiento escrito a Chiche, con el peso que para mi tienen las palabras escritas. Y además busca compartir y exponer una parte importante de los pensamientos que atraviesan mi cabeza muy seguido respecto del más antiguo y más apreciado de todos mis trabajos dentro de la música, que es formar bateristas.

 

 

 


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