Naturaleza Semihumano
Soy Augusto Urbini. Les doy la bienvenida a mi blog, Naturaleza Semihumano. Acá podrán leer historias acerca de musica, batería, produccion musical y grabaciones y artes marciales, es decir, mi mundo. Gracias a John Watson por motivarme a abrir un blog.
viernes, 22 de septiembre de 2017
¿Qué es producir?
Según la RAE:
Crear, engendrar, procrear, criar. Procurar, originar, ocasionar.Fabricar, elaborar cosas útiles.
La figura del productor musical es tan emblemática como discutible, debatible, cuestionable, dificil de definir y dificil de especificar. Si bien hay ciertas tareas que le son comunes a cualquier productor musical, es sencillo tomar, por ejemplo, cinco productores diferentes, y llegar rápidamente a la conclusión de que no solamente los cinco trabajan diferente, sino que quizás inclusive usan herramientas distintas, y escalonan su trabajo de forma diferente.
En este artículo trataré de no focalizarme tanto en esas diferencias, sino más bien en hablar de lo que yo creo es el rol fundamental de un productor.
Empecemos con definiciones desplegables: Un productor es un mediador entre el mundo de los músicos y el mundo de la técnica, que, con su conocimiento y su manejo de grupos, logra maximizar el rendimiento de la banda, obteniendo así que el mensaje que la banda quiere plasmar sea mucho más logrado e intenso, además de coherente con lo que la banda quiere.
Cuando hablo de "el mundo de la técnica", en este caso me estoy refiriendo a las personas que se encargan de manejar una instalación que suele llamarse estudio de grabación, para que eso que el músico está tocando o cantando en una sala se convierta, luego de diversos pasos, en un track de audio que puede ser escuchado en un reproductor.
Y cuando hablo de "el mundo de los músicos", me refiero a esa otra parte en la que los sonidos se originan.
Como si habláramos de ying y yang, ambos componentes son indispensables para que suceda la gestación de la que estamos hablando, que en términos prácticos llamamos "producción".
¿El productor es necesariamente técnico o ingeniero de sonido y ejerce ambos roles a la vez? No, no necesariamente, si bien podría suceder que sí, y estaríamos ante una situación en la que una misma persona cumple dos roles en forma simultánea. El rol de producción tiene que ver con que determinada estética que se quiere plantear se realice desde un punto de vista técnico, es decir, pueda ser traducido desde la realidad de un músico a la realidad de una mezcla de audio.
El trabajo de un productor comienza en la sala de ensayo de la banda. Damos por sentado que la banda eligió al productor porque confía en su criterio artísitico y su conocimiento técnico y que además tienen similitudes estéticas y criterios que aunados habrían de engendrar un resultado provechoso.
Creo que es fundamental tener unas primeras reuniones para escuchar música, conversar acerca de cuál es la búsqueda sonora del disco que se va a producir, además de poder intercambiar charlas al menos básicas acerca de la vida, ya que el productor no trabajará con máquinas que tocan instrumentos, sino con seres humanos plagados de ego y expectativas (músicos, técnicos, y él mismo) con los que tendrá que lidiar para que el barco llegue a un buen puerto. El arte de producir tiene mucho que ver con todo esto último, además de el hecho de saber de rítmica, armonía, posición de micrófonos y de compresores, por nombrar solamente algunos de los items que cualquier productor debería manejar.
A partir de este momento es importante establecer un punto de encuentro entre el ideal estético del productor y el imaginario de la banda. Dicho punto seguramente entrará en tela de juicio varias veces durante el proceso y deberá ser revisto, pero es importante que tenga bases sólidas y conversadas, para evitar irse de pista y acabar dándonos cuenta de que en medio de la producción ya no hay forma de empalmar criterios porque los autos se han ido de pista y en direcciones opuestas hace 200 kilómetros.
Tiene que quedar en claro que no se cumplirán los deseos del productor como si fueran los caprichos de un niño, ni tampoco los de la banda, como si fueran los caprichos de un grupo de niños, o de niños por separado, dependiendo el caso. Llevado a la realidad, el productor deberá acordarse que NO es Bob Rock y que NO está produciendo a Metallica, ni a la banda ideal que imagine, y la banda deberá siempre tener en cuenta que nadie le obligó a designar un productor y que si han tomado la determinación de contratarlo, lo mejor sería confiar en su criterio y al menos debatir constructivamente las zonas grises.
En la bolsa de las determinaciones a tomar entra la parte más jugosa del trabajo del productor en preproducción, tanto en la sala de ensayo como en su estudio trabajando con maquetas: Estructura de las canciones, arreglos, comportamiento de la sección rítmica, desempeño rítmico y armónico de cada uno de los instrumentos, letras, entre otros.
Una estación comprometida y muy interesante a la vez es discernir desde un punto de vista de producción cuáles son los arreglos de la banda que están alineados con el concepto que se está manifestando, cuáles son los que realmente rinden y aportan a la música, y cuáles están siendo tocados por los músicos en forma caprichosa e individualista, con una óptica que perjudica al resultado grupal final, en pos del lucimiento individual. Este es un buen momento para recordar que una producción de un disco de canciones de una banda es un trabajo grupal en el que las individualidades deberían sumar a un resultado, en vez de competir a ver quién pone el equipo más fuerte o quién toca el arreglo más complicado.
Ya en el estudio, el trabajo del productor tiene que ver con enlazar todo el trabajo previo, que implicó el alineamiento de la cadena de factores en dirección hacia una estética determinada, con el mundo de la técnica. Es decir, encargarse de que la interfaz técnica juegue a favor del trabajo que se viene haciendo, y no en contra.
La ubicación de un micrófono o la decisión de qué preamplificador usar para grabar un redoblante son factores que distan mucho de ser determinantes y absolutos a la hora de definir el sonido general de un disco, pero son dos componentes de peso que conviene alinear coherentemente en una búsqueda, y esa decisión debería pasar por el productor del disco.
De la misma forma que habíamos dicho que el rol de productor y el de técnico en una sesión de grabación podían ser condensados en la misma persona o no, lo mismo sucede entre el productor y el técnico de mezcla. Si bien sería coherente que el productor del disco sea quien lo mezcla, es factible que el técnico de mezcla trabaje asistido y guiado por el productor, a la hora de tomar decisiones estéticas.
Una clásica pregunta. ¿Es necesario realmente trabajar un disco con un productor?
La respuesta es sencilla, en realidad. Las decisiones de producción se toman siempre. Siempre. La diferencia entre que haya un productor y que no lo haya, es que en un caso se elige a alguien para que lleve la batuta y tenga la última palabra en determinadas situaciones, y, en el otro, esas decisiones se toman en forma grupal, a veces más debatidas y otras veces con un verticalismo encubierto e implícito.
Así, creo que es indispensable tener conciencia, ya sea en una sesión o en un disco entero de quién produce, ya que todo ese caudal de decisiones deberá pasar por alguien; ya sea un productor designado por la banda, algún miembro de la banda que produzca desde adentro, o toda la banda en forma horizontal. Creo que todas las opciones son válidas y que lo realmente importante es tener en claro qué rol cumple cada uno de los integrantes.
Personalmente, tal como dije en el pasado artículo acerca del Drum Doctor, prefiero la división de roles en una producción, con tareas asignadas a cada uno de los integrantes y con la confianza y el respeto profesional de cada uno hacia los otros, con el própósito de llegar a un mejor resultado en forma grupal.
viernes, 8 de septiembre de 2017
Era una clase. Una clase de verdad.
En esta ocasión, voy a hablar de quien fue el docente más importante de mi carrera como baterista y el único maestro que tuve, Chiche Heger. Y aprovecharé el pequeño homenaje en palabras para explayarme un poco respecto de algo en lo que a menudo pienso, que es el rol del docente, sus responsabilidades y sus implicancias.
No daré fecha temporal de esta narración, como para que no se evidencie lo viejos que somos. En estos términos se expresaba en broma Chiche bastante a menudo, tejiendo una relación cordial, profesional, afectuosa y con humor a la vez. Hay otros chistes que no corresponde hacer públicos...
Un domingo a la tarde de lluvia y frio del mes de junio me tomaba a mi en esa incómoda situación sentimental de estar compartiendo un domingo a la tarde de lluvia con una pareja con la que uno no quiere estar más y sobre la que tiene la certeza de que los días están contados. En medio de esa nube gris, daban vueltas en mi cabeza los mismos problemas de siempre: Cómo hacer para mejorar todos esos aspectos en la batería que no mejoraban. Yo era muy disciplinado. Se requería de un motivo de fuerza mayor para hacerme saltear una sesión de práctica. Mis sesiones de practica estaban programadas semanlmente por dias y horarios, con la rigurosidad con la que se podría agendar un partido de futbol cinco con los amigos o un turno con un osteópata de esos carísimos que dan turno con cuatro meses de anticipación, según los intereses y los órdenes de prioridad de cada cual.
Me sentia creativo. En grabaciones me escuchaba encendido, apasionado por la música y la batería. Sentía que mi formación iba adelante pero que siempre había un par de tornillos para los cuales yo no encontraba herramienta. Las respuestas de los profesores que elegía me parecían insuficientes. Como si partieran de una ausencia real de comprensión de lo que yo estaba planteando. Las respuestas siempre están adentro, pero yo necesitaba alguien que desde afuera me pusiera un espejo.
Y ese domingo gris googlee a Chiche Heger, por recordar su nombre por recomendación de un gran amigo, a quien tampoco nombraré en este texto para no delatar su edad tampoco, y además porque él está leyendo esto en este momento y sabe que se trata de él. La búsqueda de google arrojó pocos resultados. Chiche era un tipo muy guardado, por fuera de los grandes canales de difusión y figuretismo del momento. Se accedía a él únicamente por recomendación. No había videos, ni chivos, ni autobombos, ni nada de todo eso. Ni mucho menos videos del tipo tocando lo más rápido que podía, todos los días.
Encontré una entrevista. Chiche arrojaba un decálago de recomendaciones para bateristas. Quedó una sola en mi memoria: "Estudiar toda la técnica posible, para luego, a la hora de tocar, olvidar toda la técnica". Esa frase no hizo un click mágico en mi cabeza, porque la magia no existe, los clicks mágicos tampoco, y los atajos tampoco, pero tuvo un efecto aún mayor que un click mágico: Me dio la pauta de que un tipo que podía pensar así, quizás conceptualmente fuera el indicado.
Di vueltas un par de semanas más hasta que lo llame por teléfono. Ya desde ahí todo fue muy distinto a lo que había pasado antes. Hablamos media hora en la que el tipo además de contarme cuáles eran sus creencias respecto de la batería y la música, me iba preguntando en qué andaba yo, que estaba queriando estudiar y cuáles eran esos items sin resolver. Leído así, nada extraño en una entrevista previa antes de comenzar un proceso de clases. Lo que era diferente eran las formas, el nivel de implicancia que tenía con lo que escuchaba y desde donde decía lo que decía. La charla fue auspiciosa y comence clases al poco tiempo.
El comienzo fue áspero. ¿Este tipo crée que me va a tener 20 minutos tocan negras a negra 40? Pués sí. Eso haría. Espejos, había varios. Su nivel de atención a lo que yo hacía y la puntualidad de sus correcciones y sus intervenciones eran de un registro que yo hasta el momento ignoraba.
Los resultados más visibles tardaron bastante en aparecer. Lo que rápidamente asomó fue que era la opción que yo estaba necesitando: Foco en la realidad y trabajo técnico. Sin pasar hojas de libros por pasarlas. Sin que una clase fuera una demostración de destreza y ego por parte del profesor. Era una clase. Una clase de verdad. Lo único que importaba era que el Full Stroke, o el Moeller, o lo que fuera estuviéramos estudiando, saliera bien, y sonara bien, y entonces grooveara. Yo venía de épocas de mucho palabrerío de escisión. Técnica por un lado, música por el otro. Si querés sonar personal y blah blah blah, no estudies técnica, porque la técnica te condiciona y blah blah blah. Falso. Falso. Falso.
De repente era clarísimo. La técnica era el motor perfecto para que las ideas pasaran de mi imaginación a la realidad sonora. La brecha de distancia entre el instrumento y quien ejecutaba se acortaba indefectiblemente.
Un día le pregunté de dónde sacaba su método, si era posible llamarlo así, si acaso había tenido un mentor. Me respondió que lo que él trataba de hacer era tomar lo mejor de cada cual, para armar desde ahí un propio yo. Por suerte nada fue igual despúes de todo ese proceso de aprendizaje. Ni para mi yo baterista ni para mi yo docente.
Hoy, 2017, después de algo más de 15 años de haber dado mi primera clase de batería, pienso: Cualquiera pone en un atril un Wilcoxon, Stick Control, Syncopation, Chaffee, Chester, Podemsky, y el que fuera. El asunto es poder trabajar con la persona que está sentada ahí adelante tuyo. Pero poder trabajar de verdad, eh. Con consciencia de todos los parámetros formales, técnicos, con cómo operan y cómo progresan con el paso del tiempo y la práctica, y con todos los parámetros músicales y aquellos personales que hacen directamente a la realidad del alumno como instrumentista.
Este artículo busca en parte ser un agradecimiento escrito a Chiche, con el peso que para mi tienen las palabras escritas. Y además busca compartir y exponer una parte importante de los pensamientos que atraviesan mi cabeza muy seguido respecto del más antiguo y más apreciado de todos mis trabajos dentro de la música, que es formar bateristas.
No daré fecha temporal de esta narración, como para que no se evidencie lo viejos que somos. En estos términos se expresaba en broma Chiche bastante a menudo, tejiendo una relación cordial, profesional, afectuosa y con humor a la vez. Hay otros chistes que no corresponde hacer públicos...
Un domingo a la tarde de lluvia y frio del mes de junio me tomaba a mi en esa incómoda situación sentimental de estar compartiendo un domingo a la tarde de lluvia con una pareja con la que uno no quiere estar más y sobre la que tiene la certeza de que los días están contados. En medio de esa nube gris, daban vueltas en mi cabeza los mismos problemas de siempre: Cómo hacer para mejorar todos esos aspectos en la batería que no mejoraban. Yo era muy disciplinado. Se requería de un motivo de fuerza mayor para hacerme saltear una sesión de práctica. Mis sesiones de practica estaban programadas semanlmente por dias y horarios, con la rigurosidad con la que se podría agendar un partido de futbol cinco con los amigos o un turno con un osteópata de esos carísimos que dan turno con cuatro meses de anticipación, según los intereses y los órdenes de prioridad de cada cual.
Me sentia creativo. En grabaciones me escuchaba encendido, apasionado por la música y la batería. Sentía que mi formación iba adelante pero que siempre había un par de tornillos para los cuales yo no encontraba herramienta. Las respuestas de los profesores que elegía me parecían insuficientes. Como si partieran de una ausencia real de comprensión de lo que yo estaba planteando. Las respuestas siempre están adentro, pero yo necesitaba alguien que desde afuera me pusiera un espejo.
Y ese domingo gris googlee a Chiche Heger, por recordar su nombre por recomendación de un gran amigo, a quien tampoco nombraré en este texto para no delatar su edad tampoco, y además porque él está leyendo esto en este momento y sabe que se trata de él. La búsqueda de google arrojó pocos resultados. Chiche era un tipo muy guardado, por fuera de los grandes canales de difusión y figuretismo del momento. Se accedía a él únicamente por recomendación. No había videos, ni chivos, ni autobombos, ni nada de todo eso. Ni mucho menos videos del tipo tocando lo más rápido que podía, todos los días.
Encontré una entrevista. Chiche arrojaba un decálago de recomendaciones para bateristas. Quedó una sola en mi memoria: "Estudiar toda la técnica posible, para luego, a la hora de tocar, olvidar toda la técnica". Esa frase no hizo un click mágico en mi cabeza, porque la magia no existe, los clicks mágicos tampoco, y los atajos tampoco, pero tuvo un efecto aún mayor que un click mágico: Me dio la pauta de que un tipo que podía pensar así, quizás conceptualmente fuera el indicado.
Di vueltas un par de semanas más hasta que lo llame por teléfono. Ya desde ahí todo fue muy distinto a lo que había pasado antes. Hablamos media hora en la que el tipo además de contarme cuáles eran sus creencias respecto de la batería y la música, me iba preguntando en qué andaba yo, que estaba queriando estudiar y cuáles eran esos items sin resolver. Leído así, nada extraño en una entrevista previa antes de comenzar un proceso de clases. Lo que era diferente eran las formas, el nivel de implicancia que tenía con lo que escuchaba y desde donde decía lo que decía. La charla fue auspiciosa y comence clases al poco tiempo.
El comienzo fue áspero. ¿Este tipo crée que me va a tener 20 minutos tocan negras a negra 40? Pués sí. Eso haría. Espejos, había varios. Su nivel de atención a lo que yo hacía y la puntualidad de sus correcciones y sus intervenciones eran de un registro que yo hasta el momento ignoraba.
Los resultados más visibles tardaron bastante en aparecer. Lo que rápidamente asomó fue que era la opción que yo estaba necesitando: Foco en la realidad y trabajo técnico. Sin pasar hojas de libros por pasarlas. Sin que una clase fuera una demostración de destreza y ego por parte del profesor. Era una clase. Una clase de verdad. Lo único que importaba era que el Full Stroke, o el Moeller, o lo que fuera estuviéramos estudiando, saliera bien, y sonara bien, y entonces grooveara. Yo venía de épocas de mucho palabrerío de escisión. Técnica por un lado, música por el otro. Si querés sonar personal y blah blah blah, no estudies técnica, porque la técnica te condiciona y blah blah blah. Falso. Falso. Falso.
De repente era clarísimo. La técnica era el motor perfecto para que las ideas pasaran de mi imaginación a la realidad sonora. La brecha de distancia entre el instrumento y quien ejecutaba se acortaba indefectiblemente.
Un día le pregunté de dónde sacaba su método, si era posible llamarlo así, si acaso había tenido un mentor. Me respondió que lo que él trataba de hacer era tomar lo mejor de cada cual, para armar desde ahí un propio yo. Por suerte nada fue igual despúes de todo ese proceso de aprendizaje. Ni para mi yo baterista ni para mi yo docente.
Hoy, 2017, después de algo más de 15 años de haber dado mi primera clase de batería, pienso: Cualquiera pone en un atril un Wilcoxon, Stick Control, Syncopation, Chaffee, Chester, Podemsky, y el que fuera. El asunto es poder trabajar con la persona que está sentada ahí adelante tuyo. Pero poder trabajar de verdad, eh. Con consciencia de todos los parámetros formales, técnicos, con cómo operan y cómo progresan con el paso del tiempo y la práctica, y con todos los parámetros músicales y aquellos personales que hacen directamente a la realidad del alumno como instrumentista.
Este artículo busca en parte ser un agradecimiento escrito a Chiche, con el peso que para mi tienen las palabras escritas. Y además busca compartir y exponer una parte importante de los pensamientos que atraviesan mi cabeza muy seguido respecto del más antiguo y más apreciado de todos mis trabajos dentro de la música, que es formar bateristas.
martes, 5 de septiembre de 2017
¿Para qué sirve un Drum Doctor?
Gracioso, no? Digo, la primera imágen que se viene a la cabeza con el térmico "Drum Doctor". Un médico con guardapolvo blanco y un estetoscopio, con un redoblante al lado. O alguna de esa índole.
Podríamos decir "drum tech" también, o buscar alguna alternativa en español. Como "asistente de batería", o "productor de batería". Esta última es la que sin dudas se acerca más a una descripción general de las tareas que implican a un Drum Doctor (voy a llamarlo D.D. de ahora en más).
Podría empezar esta nota hablando de la mediocridad humana, y lo voy a hacer. Qué triste es ver o leer a alguien opinar peyorativamente y sarcásticamente acerca de algo que desconoce e ignora. Algo así me motivó a escribir acerca del trabajo del D.D. Las redes sociales dan un sondeo, un pantallazo general, de en qué anda cada uno y qué opina a grandes rasgos cada cual. Ultimamente leí comentarios y posteos relamente estúpidos y burlescos acerca del D.D.
Un D.D. es como un plomero. Hay plomeros buenos, plomeros malos, plomeros irresponsables, y plomeros que no estudiaron nada y rompen más de lo que arreglan. También hay plomeros excelentes e indispensables. Al igual que los plomeros, un D.D. tiene tareas asignadas y responsabilidades muy claras, que puede cumplir o no según cuán bueno sea. Lo cierto es que es un oficio infinitamente menos conocido que el del plomero, por lo que es más propenso a las opiniones capciosas.
Empecemos por decir que cosas NO ES un D.D (al menos un buen D.D.)
1. Alguien que simplemente pega cintas de papel y gel en los parches.
2. Alguien que simplemente lleva una batería cara a un estudio.
3. Alguien que reza de memoria los catálogos de las marcas de parches y de los tipos de madera de las baterías.
4. Alguien que afina según tutoriales de YouTube y habla de afinación en términos de cantidad de vueltas de la llave y de afinar los toms de modo tal que suene "la cucaracha".
Bueno, ahora que tenemos un poco más delimitado el territorio en base a saber qué cosas NO SON un D.D. (aunque algunos crean que sí, y aunque algunos lo oficien de esa forma), pasemos a la próxima parte.
Al comienzo de este artículo dije que "productor de batería" sería el término en español que más se le acerca a lograr una definición completa y descriptiva de lo que es un D.D.
La producción de un disco es un trabajo grupal, en la gran mayoría de los casos, a excepción de quienes hacen un disco solista y se manejan solos de principio a fin, y como tal, implica a mucha gente y se compone de varios pasos. El D.D. juega un rol, cuya importancia e implicancia porcentual en el resultado final de un disco es, obviamente, debatible y dificil de cuantificar.
Es indispensable, entonces, tener un D.D. a la hora de grabar un disco? No, no lo es. De la misma forma que no es indispensable tener microfonería de alta gama. Con microfonería de gama media se puede grabar un disco que suene bien también, se podría alegar. No es indispensable, al igual que no es indispensable tener un set de preamplificadores muy bueno. Con uno no tan bueno se podrían hacer grandes cosas, tambien se podría alegar. En esa misma dirección, tampoco sería indispensable tener una batería de primer nivel en una sesión, ya que seguramente con un kit de mediana factura y un buen baterista tocando, la batería sonará impecable, podría decirse.
Lo cierto es que una grabación es una cadena con varios eslabones, siendo ninguno de ellos indispensable, pero formando cada uno de ellos una cadena que se ve fortalecida o debilitada según lo que se le agregue o lo que se le quite.
El trabajo de un D.D. pertenece al lado de la producción de una grabación. Su principal tarea es entender cuál es la estética que se va a plantear en el disco, y, en base a eso, cuál es el tipo de sonido que se buscará para la batería en la grabación. Luego, deberá poner su conocimiento y su equipamiento al servicio de que ese objetivo se pueda cumplir.
La primera variable, transversal a todas las subsiguientes, que un D.D. debería evaluar, es cómo toca naturalmente el baterista al que va a "drumdoctorear". Es pertinente documentarse previamente con grabaciones previas, si las hubiera, que tenga dicho baterista, e incluso asistir a algún ensayo de la banda, para escuchar en vivo y en crudo qué tipo de audio genera el baterista con sus manos y sus pies en su set. Esa primera instancia condiciona todas las que vienen después. Si el baterista está bien alineado con la búsqueda de audio que tiene la producción, tenemos un punto a favor. Si no lo está, ya sea por diferencias estéticas o por carencias técnicas, tenemos un problema, y hay que operar sobre eso, ya que dificilmente las decisiones que se tomen posteriormente tengan efecto real construidas sobre una base de sonido discordante por parte del baterista. Sin dudas, cómo operar ante esa situación da lugar a que dedique muchas lineas en otra ocasión, por lo que vamos a dar por sentado en nuestro caso imaginario que el baterista está a la altura y es concordante con la estética que se está buscando.
El segundo paso sería elegir el set de batería y los platos con los que el baterista debería grabar. Aquí es preciso tener conocimiento de cómo responden determinadas maderas, determinados grosores, y determinadas construcciones de baterías, en cada contexto, y desde luego, tener cierto recorrido y experiencia como para haber constatado que todas esas variables teóricas realmente suceden, o no, en la realidad. Preguntándonos rápidamente: Cuándo llevo una batería de maple y cuándo llevo una de birch? Sugiero que para responder esa pregunta, y cualquier cuestionamiento acerca de discernir entre equipamiento, no sólo lean la información teórica que circula en webs y foros, sino que se tomen la experiencia de grabar una y otra como para establecer un criterio y un juicio propio al respecto.
Próximo: Parches. Al igual que en el punto dos, está muy bien saber qué propone a priori un parche de tal o cual tipo, pero sugiero desarrollarse y formarse probándolos, afinándolos, y sobre todo, grabándolos. Lo otro, repetir simplemente las características que rezan las cajas de los fabricantes o los videos comerciales, puede ser muy divertido para una charla, pero no es valorable profesionalmente a la hora de trabajar en una producción. Si voy a contratar un drum doctor, necesito que tenga experiencia al respecto y que sepa a dónde lo lleva cada uno de los colores que integran su paleta con certeza, y no que se maneje con preconceptos y recetas.
Llega la hora de afinar. Es fundamental que un D.D. sepa afinar, y para saber afinar, hay que saber realmente escuchar lo que está proyectando el casco. En mis cursos de afinación, trato de levantar de raíz la constante búsqueda de recetas mágicas que habrían de funcionar en forma garantizada.
Con un casco elegido según sus cualidades de construcción y su madera, un parche elegido a consciencia de acuerdo a lo que estás buscando, tenés un territorio propicio para afinar y llegar a un sonido que sea coherente con lo que se busca.
Llegamos a un punto interesante que es la relación entre la realidad auditiva que se percibe en la banqueta del baterista y la que se percibe en el Control Room. Son realidades inevitablemente distintas, debido a la cantidad de factores que hay en el medio. Si bien es dificil establecer cuál sería la "realidad" del audio, seguro que lo que se escucha en la banqueta de un baterista, no lo es.
En este punto es importante que el D.D. entienda qué tipo de injerencia en lo que se escucha en el control tiene el posicionamiento de los micrófonos, tanto de los puntuales como las tomas de overheads y de ambiente.
El último paso del seteo inicial de la sesión sería que el D.D. acuerde con el productor si se está empezando a grabar desde un lugar propicio en base a lo preestablecido como referencia.
Durante la sesión, es parte del trabajo del D.D. estar atento ante la posibilidad de realizar alguna variante, ya sea en el equipamiento o en la afinación que pudiera enriquecer la producción según las características individuales de cada tema.
Ahora, derribemos algunas preguntas retrucadoras habituales:
Pero cómo, necesitas un D.D.? No sabés afinar la batería?
Si todavía pensas que ser D.D. es solo afinar la batería, volvé a leer el texto.
Que alguien delegue la tarea de afinar no implica necesariamente que no lo sepa hacer. Repito, una producción es un trabajo en conjunto, en el que cada integrante debería buscar sumar al resultado final. Es importate que el baterista se dedique a tocar y a tener una buena performance en la sesión, y que haya alguien afinando y escuchando desde el control room lo que está pasando en la realidad de los micrófonos (que en definitiva, es la que se graba)
El D.D. es un invento. Con una buena batería y un tipo que le pegue bien tenes un buen sonido asegurado.
Volvamos a la descripción de la cadena y todos sus eslabones. Sin dudas que un baterista con buen sonido y una buena batería son dos componentes fundamentales. Pero también son dos componentes que pueden ser potenciados por otros varios a tener muy en cuenta.
En mi experiencia personal, trabajar como baterista con un D.D. fue de mucho crecimiento y no tengo dudas de que si las condiciones están dadas como para hacerlo, es la mejor opción a la hora de encarar una grabación seria. Oficiando de D.D. en sesiones tanto en otros estudios como en el mio, Doyo, he ido aprendiendo con el pasar del tiempo y llegado a algunas conclusiones en el camino, que, en parte, comparto con uds en este texto. Espero que les haya gustado y les haya sido explicativo acerca de este oficio!
Saludos para todos, y nos "vemos" en la próxima.
Augusto Urbini
Podríamos decir "drum tech" también, o buscar alguna alternativa en español. Como "asistente de batería", o "productor de batería". Esta última es la que sin dudas se acerca más a una descripción general de las tareas que implican a un Drum Doctor (voy a llamarlo D.D. de ahora en más).
Podría empezar esta nota hablando de la mediocridad humana, y lo voy a hacer. Qué triste es ver o leer a alguien opinar peyorativamente y sarcásticamente acerca de algo que desconoce e ignora. Algo así me motivó a escribir acerca del trabajo del D.D. Las redes sociales dan un sondeo, un pantallazo general, de en qué anda cada uno y qué opina a grandes rasgos cada cual. Ultimamente leí comentarios y posteos relamente estúpidos y burlescos acerca del D.D.
Un D.D. es como un plomero. Hay plomeros buenos, plomeros malos, plomeros irresponsables, y plomeros que no estudiaron nada y rompen más de lo que arreglan. También hay plomeros excelentes e indispensables. Al igual que los plomeros, un D.D. tiene tareas asignadas y responsabilidades muy claras, que puede cumplir o no según cuán bueno sea. Lo cierto es que es un oficio infinitamente menos conocido que el del plomero, por lo que es más propenso a las opiniones capciosas.
Empecemos por decir que cosas NO ES un D.D (al menos un buen D.D.)
1. Alguien que simplemente pega cintas de papel y gel en los parches.
2. Alguien que simplemente lleva una batería cara a un estudio.
3. Alguien que reza de memoria los catálogos de las marcas de parches y de los tipos de madera de las baterías.
4. Alguien que afina según tutoriales de YouTube y habla de afinación en términos de cantidad de vueltas de la llave y de afinar los toms de modo tal que suene "la cucaracha".
Bueno, ahora que tenemos un poco más delimitado el territorio en base a saber qué cosas NO SON un D.D. (aunque algunos crean que sí, y aunque algunos lo oficien de esa forma), pasemos a la próxima parte.
Al comienzo de este artículo dije que "productor de batería" sería el término en español que más se le acerca a lograr una definición completa y descriptiva de lo que es un D.D.
La producción de un disco es un trabajo grupal, en la gran mayoría de los casos, a excepción de quienes hacen un disco solista y se manejan solos de principio a fin, y como tal, implica a mucha gente y se compone de varios pasos. El D.D. juega un rol, cuya importancia e implicancia porcentual en el resultado final de un disco es, obviamente, debatible y dificil de cuantificar.
Es indispensable, entonces, tener un D.D. a la hora de grabar un disco? No, no lo es. De la misma forma que no es indispensable tener microfonería de alta gama. Con microfonería de gama media se puede grabar un disco que suene bien también, se podría alegar. No es indispensable, al igual que no es indispensable tener un set de preamplificadores muy bueno. Con uno no tan bueno se podrían hacer grandes cosas, tambien se podría alegar. En esa misma dirección, tampoco sería indispensable tener una batería de primer nivel en una sesión, ya que seguramente con un kit de mediana factura y un buen baterista tocando, la batería sonará impecable, podría decirse.
Lo cierto es que una grabación es una cadena con varios eslabones, siendo ninguno de ellos indispensable, pero formando cada uno de ellos una cadena que se ve fortalecida o debilitada según lo que se le agregue o lo que se le quite.
El trabajo de un D.D. pertenece al lado de la producción de una grabación. Su principal tarea es entender cuál es la estética que se va a plantear en el disco, y, en base a eso, cuál es el tipo de sonido que se buscará para la batería en la grabación. Luego, deberá poner su conocimiento y su equipamiento al servicio de que ese objetivo se pueda cumplir.
La primera variable, transversal a todas las subsiguientes, que un D.D. debería evaluar, es cómo toca naturalmente el baterista al que va a "drumdoctorear". Es pertinente documentarse previamente con grabaciones previas, si las hubiera, que tenga dicho baterista, e incluso asistir a algún ensayo de la banda, para escuchar en vivo y en crudo qué tipo de audio genera el baterista con sus manos y sus pies en su set. Esa primera instancia condiciona todas las que vienen después. Si el baterista está bien alineado con la búsqueda de audio que tiene la producción, tenemos un punto a favor. Si no lo está, ya sea por diferencias estéticas o por carencias técnicas, tenemos un problema, y hay que operar sobre eso, ya que dificilmente las decisiones que se tomen posteriormente tengan efecto real construidas sobre una base de sonido discordante por parte del baterista. Sin dudas, cómo operar ante esa situación da lugar a que dedique muchas lineas en otra ocasión, por lo que vamos a dar por sentado en nuestro caso imaginario que el baterista está a la altura y es concordante con la estética que se está buscando.
El segundo paso sería elegir el set de batería y los platos con los que el baterista debería grabar. Aquí es preciso tener conocimiento de cómo responden determinadas maderas, determinados grosores, y determinadas construcciones de baterías, en cada contexto, y desde luego, tener cierto recorrido y experiencia como para haber constatado que todas esas variables teóricas realmente suceden, o no, en la realidad. Preguntándonos rápidamente: Cuándo llevo una batería de maple y cuándo llevo una de birch? Sugiero que para responder esa pregunta, y cualquier cuestionamiento acerca de discernir entre equipamiento, no sólo lean la información teórica que circula en webs y foros, sino que se tomen la experiencia de grabar una y otra como para establecer un criterio y un juicio propio al respecto.
Próximo: Parches. Al igual que en el punto dos, está muy bien saber qué propone a priori un parche de tal o cual tipo, pero sugiero desarrollarse y formarse probándolos, afinándolos, y sobre todo, grabándolos. Lo otro, repetir simplemente las características que rezan las cajas de los fabricantes o los videos comerciales, puede ser muy divertido para una charla, pero no es valorable profesionalmente a la hora de trabajar en una producción. Si voy a contratar un drum doctor, necesito que tenga experiencia al respecto y que sepa a dónde lo lleva cada uno de los colores que integran su paleta con certeza, y no que se maneje con preconceptos y recetas.
Llega la hora de afinar. Es fundamental que un D.D. sepa afinar, y para saber afinar, hay que saber realmente escuchar lo que está proyectando el casco. En mis cursos de afinación, trato de levantar de raíz la constante búsqueda de recetas mágicas que habrían de funcionar en forma garantizada.
Con un casco elegido según sus cualidades de construcción y su madera, un parche elegido a consciencia de acuerdo a lo que estás buscando, tenés un territorio propicio para afinar y llegar a un sonido que sea coherente con lo que se busca.
Llegamos a un punto interesante que es la relación entre la realidad auditiva que se percibe en la banqueta del baterista y la que se percibe en el Control Room. Son realidades inevitablemente distintas, debido a la cantidad de factores que hay en el medio. Si bien es dificil establecer cuál sería la "realidad" del audio, seguro que lo que se escucha en la banqueta de un baterista, no lo es.
En este punto es importante que el D.D. entienda qué tipo de injerencia en lo que se escucha en el control tiene el posicionamiento de los micrófonos, tanto de los puntuales como las tomas de overheads y de ambiente.
El último paso del seteo inicial de la sesión sería que el D.D. acuerde con el productor si se está empezando a grabar desde un lugar propicio en base a lo preestablecido como referencia.
Durante la sesión, es parte del trabajo del D.D. estar atento ante la posibilidad de realizar alguna variante, ya sea en el equipamiento o en la afinación que pudiera enriquecer la producción según las características individuales de cada tema.
Ahora, derribemos algunas preguntas retrucadoras habituales:
Pero cómo, necesitas un D.D.? No sabés afinar la batería?
Si todavía pensas que ser D.D. es solo afinar la batería, volvé a leer el texto.
Que alguien delegue la tarea de afinar no implica necesariamente que no lo sepa hacer. Repito, una producción es un trabajo en conjunto, en el que cada integrante debería buscar sumar al resultado final. Es importate que el baterista se dedique a tocar y a tener una buena performance en la sesión, y que haya alguien afinando y escuchando desde el control room lo que está pasando en la realidad de los micrófonos (que en definitiva, es la que se graba)
El D.D. es un invento. Con una buena batería y un tipo que le pegue bien tenes un buen sonido asegurado.
Volvamos a la descripción de la cadena y todos sus eslabones. Sin dudas que un baterista con buen sonido y una buena batería son dos componentes fundamentales. Pero también son dos componentes que pueden ser potenciados por otros varios a tener muy en cuenta.
En mi experiencia personal, trabajar como baterista con un D.D. fue de mucho crecimiento y no tengo dudas de que si las condiciones están dadas como para hacerlo, es la mejor opción a la hora de encarar una grabación seria. Oficiando de D.D. en sesiones tanto en otros estudios como en el mio, Doyo, he ido aprendiendo con el pasar del tiempo y llegado a algunas conclusiones en el camino, que, en parte, comparto con uds en este texto. Espero que les haya gustado y les haya sido explicativo acerca de este oficio!
Saludos para todos, y nos "vemos" en la próxima.
Augusto Urbini
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